Javier Sierra es el único autor español contemporáneo que ha logrado situar sus novelas en el top ten de los libros más vendidos en los Estados Unidos. "El ángel perdido" fue número 6, en marzo de 2006, en la lista que elabora The New York Times. Solo de esta obra, editada en 42 países, ha vendido más de tres millones de ejemplares. Tiene diez más. En esta entrevista nos habla de cómo la tecnología ha alterado el proceso de creación, producción y difusión del libro.
Fui consciente del valor de la tecnología cuando hace casi diez años decidí abrir mi propia página web. Inmediatamente comprendí que las web no podían ser meros instrumentos de marketing sino que tenían que servir de complemento a la lectura. Y ha ido muy bien: en diez años hemos superado los diez millones de visitas. Ha sido una experiencia enriquecedora y voy a seguir trabajando. Tengo un equipo que he contratado yo, que no es de la editorial, que se encarga del entorno tecnológico. Mi apuesta es muy decidida.
No creo que la tecnología haya creado un nuevo perfil de escritor. Las buenas historias se construían de la misma manera en el siglo XVIII, en el XIX, en el XX y ahora en el XXI. Otra cosa es que la manera de llevarlas a los lectores sea distinta. Mientras que un escritor del XIX fragmentaba sus novelas en seriales y los entregaba a los lectores en periódicos, como le pasaba a Dickens, en el siglo XXI ese mismo autor propone a los lectores que conozcan su obra a través de las redes sociales, páginas web o de las descargas sucesivas de capítulos. Ha cambiado la aproximación pero no la historia en sí. Cuando tienes algo bueno que contar da igual el entorno analógico o digital.
Un libro es el primer paso para satisfacer una curiosidad. Esa es mi definición. En los libros que yo escribo propongo cuestiones que abren el apetito de los lectores, les descubren un mundo nuevo y les alientan a seguir dando pasos en ese mundo a través de Internet, de una biblioteca, de un viaje o una experiencia personal. Para mí el libro es una proposición, no una meta; es una brújula con la que moverse.
Ahora los creadores tenemos la oportunidad de permitir a nuestros lectores que sean testigos del proceso creativo, que es algo que no había sucedido antes. No soy el único que ha hecho esto. Arturo Pérez Reverte para su última novela "El tango de la guardia vieja" creó un blog donde iba contando el proceso de construcción de su novela. Yo hice este vídeo diario para que mis lectores vieran que mi proceso de investigación no se limitaba a una biblioteca o a consultar unas referencias sino que había una parte experiencial, que contribuye a enriquecer la personalidad de mi obra. Creo que eso es bueno porque así el lector valora lo que supone hacer una novela: no se trata simplemente de sentarse y dejarse llevar por la imaginación, también hay un proceso de estudio, adaptación, investigación, padecimientos, carencias, angustias… Y eso es bueno que se transmita para que el receptor final valore que un libro es mucho más que un puñado de páginas encoladas y con una bonita portada.
Ahora todo va a una gran velocidad y parte de algo que no está ponderado suficientemente: la alfabetización del planeta. Nunca los habitantes del planeta Tierra habían necesitado tanto leer y escribir para sobrevivir como hoy. Coincido con esa apreciación pero estamos dando solo los primeros pasos. Dentro de diez años, el panorama actual va a ser casi el paleolítico, esto va a cambiar mucho. Parte de esos cambios van a tener bastante que ver con la tecnología y con la capacidad de llevar nuestros textos formales o informales al resto de personas de esta planeta.
Primero, por la facilidad de acceso. El precio de los ebook por supuesto es importante, hay menos mediadores entre el autor y el lector y por tanto es lógico que ese precio se reduzca; pero, sobre todo, es la comodidad. El hecho de que una persona en medio de las cañadas del Teide precise una guía de primeros auxilios o un manual sobre la física de los volcanes y los pueda tener al instante. Hemos creado algo que se parece mucho a un viejo sueño de los antiguos vedas: los registros akáshicos. Eran el archivo de la humanidad. Cualquier cosa que hubiera hecho, dicho o escrito el ser humano se quedaba en una especie de éter y los iniciados podían acceder a ello. Nosotros hemos creado ese entorno de manera tecnológica. Existe esa nube. Existe ese depósito de información de la humanidad que cada día se enriquece más. La gran tarea que tenemos ahora es la educación, orientarse en todo ese universo informativo. Y tan difícil es manejarse cuando hay falta de información como cuando hay exceso.
He entrado en el terreno del ebook en fechas relativamente recientes. Y te diré que percibo un singular equilibrio. Existe un gran número de lectores tecnológicos que están accediendo con gusto e interés a las ediciones digitales de mis libros, pero hay mucho romántico en el lector de novela que prefiere el papel. Por ejemplo, acabo de sacar una nueva obra que se titula El maestro del Prado, y comparando la edición digital con la impresa, la verdad es que no hay color: es muchísimo mejor la impresa porque te permite examinar las obras pictóricas que reproduce de una manera más detallista, más medita da; la digital es más anecdótica. Es más, tengo la impresión de que muchos lectores que se acercarán a la edición digital terminarán quedándose con la impresa.
El lector va a tener la capacidad de elegir leer la obra en el soporte que él quiera. Hay una ventaja en la edición digital, insuperable por la de papel, que es su disponibilidad 24 horas-365 días al año, sin temor de que se agote. Es decir, ya no va a haber libros descatalogados. Esa es la gran gozada de esta historia. Un libro que se edite hoy en soporte digital, en el 2035 va a seguir comprándose sin ningún problema porque no ocupa sitio, no ha perdido vigencia, no se ha deteriorado y te ofrece la posibilidad de acceder a él en cualquier momento.
No, pero si tuviera que empezar ahora, sin duda, me autoeditaría. Sin duda. Vamos, sin duda. Yo, con doce años, hacía fancines sobre temas que me interesaban, los fotocopiaba y repartía entre mis amigos. Tenía una gran necesidad de comunicación. Si a esa edad hubiera tenido al alcance Internet hubiera montado un periódico, una emisora de radio y otra de televisión desde mi cuarto. Por tanto, si tuviera que lanzarme ahora al mundo del libro, optaría ya por la autoedición. Sabría que ese es el primer paso para llegar a las grandes editoriales. Hemos visto ya muchos ejemplos de libros autoeditados que terminan en manos de grandes editoriales. Soy partidario de este camino al ciento por cien.
La autoedición para autores consagrados es interesante para obras que están descatalogadas y que, de repente, pueden tener una segunda vida. También para relatos que generalmente terminan en el cajón de grandes escritores y que, salvo que se publique una antología, rara vez ven la luz más allá de una revista. Yo he tenido una experiencia cercana, muy interesante. El pasado 11 de noviembre publiqué un relato breve en ebook, se llama El quinto mundo. Lo escribí en 2009 para una publicación norteamericana. Eran treinta páginas y decidí publicarlo en España. Se ha vendido a 0,99 y durante varias semanas ha ocupado el número 1 de los más vendidos en Casa del Libro, Apple Store… Nunca me habría imaginado que ese relato pudiera llegar a ver la luz impreso, pero ha tenido su hueco y la posibilidad de llegar a los lectores a un precio imbatible. Esta es una lección muy importante. No solo para mí, para muchos otros autores que tienen esos pequeños tesoros olvidados y que de esta manera pueden pasar a formar parte de la biblioteca de quienes les leen.
El riesgo siempre es la piratería, la espada de Damocles del sector. Pero a la piratería terminaremos derrotándola con educación. No hay otra vía y pienso que lo conseguiremos. Soy optimista. Si el lector respeta el trabajo del autor, sabe lo que cuesta hacer ese libro, ?nalmente encontrará la vía de valorarlo y no robarlo. Es cuestión de ética. De honor. De respeto al creador y rechazo a un acto corrupto. Por otra parte, me sorprende esa sensación de escasez que tiene el lector hispano. Conozco a mucha gente que tiene tres o cuatro mil títulos pirateados que ¡ojalá leyeran! pero que no van a abrir nunca. Pasa lo mismo con la música, tienen veinticinco mil canciones que no van a escuchar jamás. Por tanto, hace falta una formación que debe arrancar en hogares y colegios. Desde primaria. Para esto no hay que esperar a bachillerato o la universidad.
No, obviamente tiene que haber una legislación. Obviamente, si yo no puedo entrar en un Corte Inglés y llevarme una chaqueta que no he pagado, tampoco debería ser fácil llevarse un libro por el que no se ha pagado. Lo que parecen ignorar los «piratas» es que en este país, igual que en todo occidente, se puede leer gratis sin incurrir en ningún delito. Basta con acudir a una biblioteca, donde incluso se pueden leer ya libros digitales. Y además, las bibliotecas necesitan lectores para seguir manteniendo su función. Por lo tanto, yo creo que lo que hay que hacer es enseñar ese camino. El primer carnet real que tuve en mi vida, a las ocho años, fue el de una biblioteca. Soy un gran defensor de estas instituciones.
Esto es tremendo. Una asignatura pendiente que tiene CEDRO es la recaudación por préstamo en bibliotecas, que es algo que está en la normativa europea y que, sin embargo, aquí no se cumple. Creo que adolecemos de una visión global. El asunto de los derechos de autor es algo que debería ser gestionado a nivel multinacional y probablemente desde una institución supragubernamental como las Naciones Unidas. Porque éste es un fenómeno global, no es solamente una cuestión española. La ulneración, la violación de los derechos de autor se está produciendo en y desde todos los países del mundo. Hasta que no nos concienciemos de esto y dejemos de hacer guerra de guerrillas y mantenernos en nuestras respectivas taifas, no vamos a solucionar este asunto. No es solamente CEDRO la que está en peligro. Por supuesto CEDRO nos toca de cerca porque es la institución que regula esta distribución de derechos en España. Pero yo veo que en Irlanda, Italia, Estados Unidos, Francia, Alemania… tienen problemas muy similares. Hace falta una ley internacional de protección de derechos de autor y habilitar los mecanismos. Y no es tan difícil, la tecnología existe. Igual que si haces un vídeo doméstico y le pones una banda sonora comercial para subirlo a YouTube, un «robot» te detecta que esa música está sujeta a derechos de autor y no te deja subir el vídeo, esa tecnología es aplicable a la literatura. Se puede detectar la conexión de párrafos de una obra registrada y no permitir su subida ilegal a Internet. Hay que tener voluntad de hacerlo. Me molesta que haya tanto fariseísmo en la clase política a nivel internacional. Se ha creado la noción de que Internet es algo que provee de contenidos gratuitos y que ir contra eso es ir contra un montón de potenciales votantes, y nadie da el paso necesario. Esta situación evidentemente en algún momento tendrá que cambiar. Y creo que cambiará.
Sí, claro que me preocupa.
Mis libros están todos pirateados.
La inmensa mayoría de lectores quieren comprar mis libros. Desean que llegue uno nuevo a las librerías para leerlo. A mí me pasa con otros autores. Si yo sé que se publica un libro de Umberto Eco, les dejo a ustedes aquí en la entrevista y me voy corriendo al Corte Inglés a por ese título. Pero eso no quita para que haya también personas que piensen «he oído que ese autor vende mucho, me lo descargo y algún día lo leeré». Buena parte de la piratería es de ese tipo. Por tener. No por leer. En lo personal todo esto me afecta menos porque puedo vivir de mis libros, pero tengo amigos escritores, mucha buena gente creadora a mi alrededor, y veo lo que está asando: se están arruinando muchas familias. Ya no es solo la del escritor. Este es un proceso en el que interviene muchísima gente. Intervienen los libreros, que son probablemente la parte más afectada en esta crisis; intervienen impresores, interviene el señor de la furgoneta que lleva los paquetes a esas librerías, interviene el taxista que si no hay una promoción con un autor, no lo lleva de aquí para allá… Hay muchos sectores afectados. Probablemente muchos de los padres de aquellos que están ahora mismo descargándose ilegalmente esas obras, están en situación de crisis en parte por culpa de esos hijos que rompen el status quo. Hay que educar a la gente para que lo comprenda. Es una cuestión de conciencia.
Yo solo le pido ilusión. La misma que yo le pongo a mi trabajo. La misma. No quiero más pero tampoco menos. Y una vez establecida esa relación, el resto fluye.
Claro. Porque soy yo. Podría delegarlo a una editorial, pero probablemente una editorial tendrá unos intereses que no son exactamente los míos. Una editorial querrá vender mis libros, obviamente. Pero yo, además de vender mis libros, quiero que haya una serie de noticias, entrevistas, perfiles de personajes, grabaciones, que considero deben conocer mis lectores…Y como al final el lector a quien busca es al autor, no a la editorial, entiendo que es el autor el que debe gestionar eso. Conozco a muchos autores que han delegado esa función en sus editores y al final se arrepienten porque, de alguna manera, están dejando que controlen su imagen y sus intereses personas ajenas.
Sé que no es habitual, pero yo tampoco soy un autor habitual. El editor es el medio, no el fin. Y tampoco el principio. Entiendo que, a la postre, el autor es el único que responde de su obra.
Texto: Rosa de Bustos