El sociólogo Unai Martín explica que, para que el bienestar de una
sociedad progrese, no basta con vivir más años; hay que vivirlos en
buenas condiciones. Por tanto la esperanza de vida ya no es el único indicador a considerar.
Unai Martín (peq) “
Tradicionalmente, el aumento de la esperanza de vida ha sido un buen resumen del estado de salud de una población. Pero el perfil de las enfermedades ha cambiado: ahora, tienen mucha prevalencia algunos males que no son mortales, pero sí muy discapacitantes”, explica Unai Martín.
Es decir, la esperanza de vida
ya no es el único indicador a considerar: por ejemplo, no se puede hablar de bienestar si se vive más pero se está enfermo o dependiente en ese tiempo extra.
Este sociólogo de la
UPV/EHU dice que es más realista preguntar: ¿cuántos años esperamos vivir libres de discapacidad y/o en buena salud? Ha estudiado cuál es la evolución y el estado actual de la población en la CAPV a este respecto. Su tesis se titula Salud y desigualdades sociales en salud en la C.A. del País Vasco en el cambio de siglo: una visión desde las esperanzas de salud.
Efectivamente, se trata de integrar en un solo índice la tasa de mortalidad y la calidad de la salud. Para ello, han sido tres las fuentes de datos consultadas por Martín en esta investigación, centrada en la CAPV: los datos de mortalidad (1989-2008); los censos de población (1991, 1996, 2001 y 2006); y las cuatro últimas encuestas de salud (1992, 1997, 2002 y 2007) realizadas por el Gobierno Vasco.
El progreso se ralentiza
Según se explica en la tesis, la evolución del estado de salud de la población vasca sí que ha sido positiva hasta ahora. Sin embargo, los datos más recientes muestran que dicha evolución se ha ralentizado. Martín advierte de que hay que estar alerta a este respecto: “En los datos de Euskadi, en los tres primeros periodos analizados, hay una compresión de la morbilidad y los años de vida ganados vienen acompañados de mejor salud. Pero, en el último periodo, se empieza a ver que la esperanza de vida aumenta a costa de un incremento de la discapacidad. El estado de salud no mejora tanto como mejoraba antes, y se ven indicios de que puede empezar a empeorar”.
En relación a esto, el investigador remarca que es importante centrar los esfuerzos colectivos en que el descenso de la mortalidad siga viniendo acompañado de una mejora de la salud poblacional, y no a costa de una expansión de enfermedades crónicas o discapacidades.
Mitigar este posible problema precisa de cambios en la asignación de recursos y la priorización de servicios, entre otras cosas. Por ejemplo, Martín menciona que la Estrategia para afrontar el reto de la Cronicidad en Euskadi (puesta en marcha por el Gobierno Vasco en 2010) supone un avance en este sentido, aunque no es suficiente. “La importancia de las enfermedades crónicas ha obligado a redireccionar los sistemas sanitarios, y, en este sentido, la estrategia de cronicidad es pionera. Pero la reducción de las enfermedades crónicas no solo pasa por que el sistema sanitario se adapte. Es un plan con una visión muy biomédica y que no atiende a otro tipo de factores, como los relacionados con las condiciones de vida, que tienen mucho que ver en la mejora de la salud poblacional”, explica.
Gran desigualdad social
Precisamente, si el nivel de estudios o la clase social ya influyen de por sí en la esperanza de vida, Martín explica que, con el indicador propuesto, el impacto de las condiciones de vida es aún mayor: “Con estas medidas que tienen en cuenta tanto la mortalidad como la salud, las desigualdades son mayores si cabe”. Los datos recopilados en esta investigación muestran, por ejemplo, que un recién nacido perteneciente al 20 % de barrios con mayor privación de la CAPV tiene una esperanza de salud 6,4 años menor que la de uno nacido en el 20 % de menor privación. Diferencia que, en el caso de las recién nacidas, asciende a 7,4 años. Asimismo, a un hombre sin estudios o con estudios primarios a los 20 años le corresponde una esperanza de salud 10,9 años inferior a la de uno con estudios universitarios; en el caso de las mujeres, esa diferencia es de 9,4 años.
Es decir, los datos muestran que un descenso en la escala social supone no solamente vivir menos, sino también vivir un menor número de años con buena salud.
Sobre el autor
Unai Martín Roncero (Llodio, 1980) es licenciado en Sociología. Ha redactado su tesis bajo la dirección de Begoña Arregi Gorospe, profesora titular del Departamento de Sociología II de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU. En la actualidad, Martín trabaja en dicho departamento, y es ahí mismo donde ha llevado a cabo su tesis. Asimismo, parte de ella ha sido realizada mientras colaboraba con el Departamento de Sanidad y Consumo del Gobierno Vasco y con la Fundación Vasca de Innovación e Investigación Sanitaria.
Unai Martín Roncero, autor de la tesis. (Foto: Luis Jauregialtzo / Argazki Press).